Leyes de Murphy cuaresmales

Homilía del primer domingo de Cuaresma (lecturas)

Supongo que alguna vez tcarneodos nos hemos hecho eco de eso que llaman las leyes de Murphy: la tostada siempre se cae del lado de la mantequilla, justo cuando apagas el motor del coche aparece la persona a la que estabas esperando, si vas cargado al llegar a casa las llaves están en el bolsillo contrario a la mano libre… bueno, pues, ahora que comenzamos la Cuaresma, sepamos que también existen unas leyes de Murphy cuaresmales. Primera ley de Murphy cuaresmal: no pasa nada si uno se salta un día una comida o un café o la merienda… excepto cuando toca ayuno, que entonces tienes un hambre que te mueres. Segunda ley de Murphy cuaresmal: nunca importa demasiado si comes carne, verdura, pescado, pasta… excepto el día de abstinencia que sin carne te falta el aire, el jamón York parece que te guiña desde la nevera o justo te invitan a comer una hamburguesa tus amigos no practicantes.

Hemos comenzado la Cuaresma, un período del año en el que los católicos tratamos de profundizar más en nuestra vida espiritual dejando a un lado las cosas materiales. El objetivo es prepararnos para la celebración de la semana más importante para un cristiano: la Semana Santa. Es decir, que nos disponemos para celebrar los misterios de la Pasión y Muerte del Señor y que así no sean para nosotros sólo unos días de vacaciones (para el que los tenga) o de meras celebraciones especiales, procesiones, capuchones, etc., sino una auténtica experiencia espiritual y algo que toque y que afecte verdaderamente el sentido de nuestra vida. A lo largo de todos estos días, tanto en la misa de diario como en la de cada domingo se nos van a ir dando claves para esta preparación.

Las claves de hoy tienen que ver con el desierto y las tentaciones de Jesús. Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y, después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre y fue entonces cuando el demonio le tentó y Jesús vence esas tentaciones echando mano de frases de la Biblia. De este pasaje podemos sacar varias cosas (sin pretender agotar los temas, por supuesto): 1482875509572087-min.jpg

  • El desierto. Hay que verlo en un sentido espiritual. En plan espiritual el desierto es el lugar de la soledad y del silencio. Y esa es la clave, porque en la soledad y en el silencio es donde aflora lo que lleva dentro nuestro corazón y donde Dios nos habla. Si desde que nos levantamos estamos ocupados y llenos de ruido, con el jaleo de cosas, tenemos un rato y ponemos la tele, nos sentamos en el coche y encendemos la radio, llegamos a casa y entre el uno y el otro no paramos, ya te sientas y resulta que te llaman o te mandan un mensaje… es muy difícil escuchar lo que Dios y nuestro corazón tienen que decirnos. Dios nos habla y nos hace sentir su presencia y nos muestra lo que es nuestra vida. Pero lo hace comúnmente en el silencio. Luego el director espiritual o el confesor nos puede ayudan a leer e interpretar eso que se mueve dentro de nosotros.
  • Las tentaciones. En la primera lectura hemos leído el pecado de Adán y de Eva dejándose llevar por la tentación del demonio. Luego en el Evangelio nos han contado cómo Jesucristo vence a Satanás en la tentación, es decir, precisamente allí donde nuestros primeros padres habían caído. No nos engañemos. El demonio existe y trata de inducirnos a hacer el mal para llevarnos a la condenación eterna. Para ello nos tienta aprovechándose de nuestros gustos, placeres, debilidades y afectos. Siempre va poco a poco desde lo pequeño e inofensivo hasta lo grande. Cuando te quieres dar cuenta te ha hecho caer. Pero la tentación tiene un significado más profundo: a través de ella se libra en cada uno de nosotros una batalla entre el bien y el mal, entre Jesucristo y el demonio. Nosotros estamos en medio teniendo que elegir entre uno y otro.
  • Cristo vence la tentación. Cristo es más fuerte que el demonio y más fuerte que nuestra debilidad. Contando con Él también nosotros podemos vencer nuestras tentaciones. No hay tentación tan grande que no pueda ser vencida con su ayuda. No luchamos solos contra los enemigos del alma (mundo, demonio y carne). Estamos en el bando de Jesús y Él es nuestro general. Además, Jesús no nos envía a la batalla a pelear así sin más. Nos da armas para defendernos. Estas armas son las tres cosas que la Iglesia nos propone en cuaresma: el ayuno, la limosna y la oración. Hacer sacrificios, ayudar al prójimo y rezar nos hace más fuertes para resistir las tentaciones, las dudas de fe, las pruebas de la vida. Sería bueno proponerse algo sobre esto durante estos días.

¿Y si no logramos vencer la tentación? ¿Y si pecamos? Confesión. En la confesión Cristo nos espera para perdonarnos. No nos importe ni la gravedad o pequeñez del pecado, ni el tiempo que haga desde nuestra última confesión ni tampoco que nos estemos confesando siempre de lo mismo. Es una maravilla poder confesarse y experimentar cómo Dios nos perdona. Puede dar vergüenza, pero vale la pena.

Vamos a rezar a la santísima Virgen María para que esta Cuaresma sea para nosotros la victoria sobre el demonio y el pecado.

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