¿Lo del Domingo de Resurrección no está demostrado?

Homilía del Domingo de Resurrección (Jn 20, 1-9)

Cada época del año tiene sus propidomingoos memes y Semana Santa no iba a ser menos. Uno de ellos es el de la imagen adjunta con la frase: “Modere su velocidad. Lo del Domingo de Resurrección no está demostrado”. Tiene su gracia, ¿verdad? 

No obstante, más allá de la gracia y del mensaje que se quiere transmitir sobre conducir prudentemente, me gustaría que sirviera para realizar una reflexión: ¿es verdad lo que dice? ¿Existe o  no demostración de «lo del Domingo de Resurrección»? Pues hombre, demostración de tipo experimental, de ésas que repites una y otra vez el experimento para ver si te sale, no. Tampoco había nada para grabarlo ni nadie estuvo ahí justo en el momento viendo cómo sucedía. De hecho, ninguno de los apóstoles ni de los discípulos más cercanos se lo esperaba. Tampoco tenemos una demostración científica sobre cómo puede resucitar un hombre. Escapa a lo que podemos comprender por medio de la ciencia actual. Entonces, ¿por qué creemos que en «lo del domingo de Resurrección»? ¿Por qué creemos que Jesús resucitó después de muerto (no iba a ser después de vivo)? Porque tenemos el testimonio de aquellas personas que vivieron con Jesús, lo vieron morir en la cruz, vieron cómo lo metían en el sepulcro y después, a pesar de todo lo anterior, se encontraron su sepulcro vacío y lo vieron vivo y comieron con él y lo tocaron. No hay grabaciones, pero tenemos el testimonio debidamente atestiguado de aquellas personas. Ha quedado reflejado en los evangelios y en una cadena ininterrumpida de transmisión oral, boca a boca, desde entonces hasta nuestros días. Nuestra fe se asienta en parte en su testimonio. No nos lo hemos sacado de la manga. Es más, todos los hechos del pasado los conocemos gracias al testimonio de las personas que estuvieron ahí y lo han contado a las generaciones posteriores.

Las lecturas de hoy y durante todo el tiempo de Pascua nos cuentan cómo vivieron losepulcrovacío-mins discípulos de Jesús aquel momento y los posteriores. En la primera lectura Pedro cuenta a la gente: Jesús de Nazaret, que estuvo por aquí haciendo el bien y curando, lo mataron, pero Dios lo resucitó al tercer día y nosotros hemos comido y bebido con él y ahora lo contamos. Y luego el Evangelio narra cómo María Magdalena va al sepulcro al amanecer y se lo encuentra vacío. Llama a Pedro y a Juan, van y se encuentran los mismo y entonces vieron y creyeron. Imaginemos la impresión y el shock que les produciría y también la alegría de después verle resucitado con su cuerpo llagado, el mismo que padeció el tormento de la Pasión, pero a la vez nuevo porque es un cuerpo glorioso, que ya no va a volver a morir. Si alguno tiene la oportunidad de leer el Catecismo puede ver más detenidamente estas cuestiones. Imaginemos también a la Virgen María ante la resurrección de su Hijo. En los Evangelios no se nos cuenta ninguna aparición a la Virgen, pero sin duda que ella recibió la noticia y se vieron.

Al recordar y celebrar este hecho sobre el que se asienta toda la fe cristiana, le pedimos hoy a Dios  que nos ayude a creer firmemente, creer con fuerza, y que esta fe llegue a las cosas de cada día para que las vivamos con alegría y esperanza, que hace mucha falta. Recibir el testimonio de quienes vivieron todo aquello no es suficiente para creer. Necesitamos «algo más». Necesitamos un plus que nos ayude a creer en aquello que nosotros no hemos comprobado con nuestros propios ojos. Ese plus es el don del Espíritu Santo.

No somos ni ciegos ni ilusos. Sabemos que el dolor físico llena nuestros hospitales y bastantes casas, que el sufrimiento moral y la angustia habita en muchos corazones. Sabemos que el desamor, la soledad o el odio se hacen presentes con mucha fuerza en nuestras vidas y que la esclavitud del pecado tiene atados a mucha gente y a nosotros mismos. La resurrección de Cristo lo ilumina todo. Porque si una mujer embarazada tiene mareos, vómitos y demás síntomas, sufre los dolores del parto y piensa que vale la pena porque sabe que finalmente tendrá a su hijo entre sus brazos, así nosotros, en la medida de nuestra fe, podemos tener también alegría y esperanza en medio del sufrimiento porque sabemos que lo que nos espera no es la mcathopic_1484542777675420-minuerte, sino la resurrección. La victoria pertenece a la vida. Esa victoria nos la ha traído Jesucristo con los acontecimientos históricos que estamos recordando estos días: su pasión, muerte y resurrección.

Durante todo este tiempo tendremos delante de nuestros ojos el Cirio Pascual encendido. Quienes participasen anoche de la Vigilia Pascual tienen también en su casa la vela encendida de este Cirio. Como la luz de una vela se abre paso en medio de la oscuridad, así nuestra fe en la resurrección se abre paso en medio del mal. No podemos menos que desear y pedir que la llama de nuestra fe no se apague nunca. Feliz Pascua de Resurrección.

 

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