Échale más aceite

Homilía del 32º Domingo del Tiempo ordinario (Mt 25, 1-13)

consejero-legalEsta semana el ayuntamiento de Madrid me ha remitido una foto estupenda de mi coche. Menos mal que lo limpié por esas fechas. Tú imagínate que llega a salir lleno de porquería. Qué vergüenza habría sido. La multa no fue, que seguro que alguno lo está pensando, ni por ir despacio ni por aparcar bien. Fue más bien por circular por una calle de acceso libre (nótese la ironía). No me di cuenta. No vi el cartel. Iba por una zona que apenas conocía, pensando en otra cosa y se me pasó. Creo que si me hubieran puesto un luminoso del tamaño de un camión tampoco lo habría visto. Se ve que para evitar estos percances hacen falta dos cosas: una, que esté bien indicado, que a veces parece que ponen las señales para que no se vean y metas la pata y, otra, que uno ponga atención a las indicaciones. Si nos falta alguna de estas dos cosas estamos perdidos.

Es una enseñanza que también nos vale para la vida espiritual. A lo largo de toda nuestra vida Dios nos envía señales para que creamos en Él, caminemos en su presencia y llevemos un rumbo directos al Cielo. Ahí está su Palabra. Por nuestra parte, tenemos que estar atentos a esas señales, saber reconocerlas y seguirlas. Por eso, el tema de la sabiduría ronda las lecturas de hoy, sobre todo la primera, y el evangelio, con la parábola de las diez vírgenes, habla sobre quién es prudente y quiécathopic_148769248211249-min.jpgn necio.

La parábola tiene que ver con el modo judío de entonces de celebrar una boda. Los actos comenzaban a la puesta de sol y la novia esperaba en su casa con sus amigas la llegada del novio, que venía a buscarla acompañado de sus amigos. Una vez juntos todos iban cantando a la casa del esposo iluminados por antorchas y allí se celebraba el banquete. La parábola supone que las amigas de la novia (jóvenes no casadas, vírgenes, por tanto) salen para participar en el cortejo con sus lámparas, pero al prepararlas cinco de ellas no tienen aceite y las lámparas se apagan. Las otras, previsoras y prudentes, que sí tenían el aceite preparado, no quieren arriesgarse a quedarse cortas y no prestan de su aceite. Así que cuando las otras quieren conseguir el combustible y volver al cortejo ya es demasiado tarde y al llegar la puerta se ha cerrado. Como no iban en el cortejo con el resto no les reconocen.

Hay que fijarse en varias cosas:

  • El novio personifica a Jesucristo. Él viene a compartir su vida con nosotros del mismo modo que los novios se unen para compartir la vida el uno con el otro.
  • El ambiente en el que todo sucede es la noche. En su sentido profundo significa que en medio de la noche, de la oscuridad, de las tinieblas de la vida, con todo lo que supone de vacío y de tristeza, Jesucristo viene a traer luz y alegría transformando nuestra existencia completamente. En la parábola, la fiesta comienza cuando el novio recoge a la novia y la lleva a su casa. Así, el Hijo de Dios viene, se hace hombre, para llevarnos al Cielo. Es ahí donde comienza la verdadera fiesta de la vida.
  • ¿Por qué las cinco vírgenes necias no llevaban aceite en sus lámparas? Porque no había amor en su corazón. Lo único que puede alumbrar nuestro camino incluso en las noches más oscuras es el amor. Bien sabemos que cuando en la dificultad nos sentimos abandonados de Dios y de los demás la tiniebla se hace más profunda. Si hay amor, hay luz. Pero el amor no sólo se recibe. Hay que darlo y llevarlo dentro. Es muy difícil que quien vive para sí mismo experimente amor en su vida. Es un don que se recibe, que se acoge y que por su propia naturaleza se da a los demás. Cuando nos presentemos ante Dios se nos examinará de ese amor, no del amor-sentimiento, sino del amor-obras. Así, se nos enseña que la verdadera sabiduría está en aprovechar el tiempo que tenemos en esta vida para poner por obra el amor que recibimos de Dios.
  • ¿Y por qué las vírgenes que tenían aceite no lo comparten con las otras cuando llega el esposo? Porque Dios no nos va a preguntar por el amor que han puesto en práctica los demás. Nos va a preguntar por lo que hemos hecho nosotros. En ese sentido, es personal e intransferible.

1481636772243237-min.jpgAsí que con todo esto, la cuestión es que la verdadera sabiduría está en aprovechar el tiempo que Dios nos da en esta tierra para acoger su amor infinito y darlo a los demás todo lo que podamos. El amor de Dios es una lámpara con la que podemos atravesar las noches más oscuras, incluso la de la muerte, para encontrar a Cristo y entrar en el gozo pleno que anhelamos y que buscamos en cada una de nuestras acciones y pensamientos. Uno de los nombres que recibe la Virgen María es «Trono de la Sabiduría». Ella nos ayude a encontrar en el amor de Dios toda nuestra esperanza.

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