¿Y la cola para ver a Jesús?

Homilía del 3º Domingo del Tiempo de Adviento (Jn 1, 6-8.19-28)

cathopic_151252110443190-min.jpgBecky Kelley es una cantante estadounidense que tiene una canción muy especial sobre la Navidad. Se trata de una canción que surgió gracias a su sobrino Spencer de cuatro años. Un día navideño que iba Spencer con su madre y con Becky de compras en un centro comercial, se encontró con la fila para ir a ver a Papá Noel donde todos los niños y sus padres esperaban para poder sentarse en sus rodillas y pedir los regalos de Navidad. Al verlo, Spencer le tiró de la ropa a su madre para hacerle una pregunta:

– Mamá, ¿la Navidad no es el cumpleaños de Jesús?

– Sí hijo, así es.

– Entonces, si ahí está la cola para ver a Papá Noel, ¿dónde está la cola para ir a ver a Jesús?

Becky y su padre, ambos músicos, compusieron una canción que se llama precisamente “Where’s the line to see Jesus? (¿Dónde está la cola para ver a Jesús?)”. En ella dice cosas como: “si la Navidad es su cumpleaños, ¿por qué no le vemos más?”; y también: “Él nació por mí. Santa me trae regalos, pero Cristo murió por mí”.

Esto es una historia completamente verídica y creo que responde muy bien a lo que todos sentimos estos días a medida que se acerca la Navidad sea al salir a la calle, o ver la tele o hablar con la gente: la Navidad es el cumpleaños de Jesucristo, ¿por qué no le vemos más? ¿Por qué, incluso, hay gente que está empeñada ebelen-de-san-miguel-j-l-mayo-foto-j-sanchez-olleros-3-minn ocultarlo?

La fiesta que nos disponemos a celebrar es algo muy grande. Nos recuerda que Dios ha entrado en nuestra historia compartiendo nuestro destino y acortando la infinita distancia entre el cielo y la tierra. Dios no está lejos, se ha hecho hombre. ¡Es Jesús! Y desgraciadamente hay muchas personas que viven del todo ajenas a esta maravilla. No podemos permitirlo. Por eso no pueden faltar en nuestras casas o en nuestros trabajos (en la medida en que se pueda) los adornos navideños, especialmente el belén o el misterio. Es un testimonio del significado de estas fiestas. No puede faltar tampoco en la Nochebuena y el 25 una oración en familia delante del Niño Jesús para dar gracias a Cristo por todo y pedir la bendición para la familia. El Niño Jesús siempre transmite alegría y ternura, que nos hace mucha falta.

No olvidemos, también, que ciertas costumbres o adornos que parecen paganos son, en realidad, cristianos. Por ejemplo el árbol de Navidad. La costumbre de poner un abeto en Navidad tiene su origen en S. Bonifacio (s. VIII). Cuando predicaba por Germania vio que los lugareños realizaban ritos paganos como sacrificar un hombre para regar con su sangre el roble sagrado de Odín. Bonifacio, que no debía ser especialmente sutil en las formas, ante semejante barbaridad taló el roble y en su lugar puso un abeto adornándolo con manzanas, que evocan los frutos del árbol de la vida, y lo llenó de velas para significar la luz de Cristo que viene a iluminar el mundo. La hoja perenne de color verde simbolizaba la eternidad, y su copa apuntada hacia el cielo, la trascendencia de Dios. El obispo pidió a todos que llevasen un abeto a sus casas y lo adornasen de aquella misma manera. Tan cristiano es el árbol de Navidad, que en el bendicional católico se encuentra una bendición específica para él y en ella se recuerda que el árbol nos evoca que Cristo es el verdadero árbol de la vida y que su cruz es el árbol donde hemos sido salvados. Se trata, por tanto, de una costumbre muy nuestra que hay que darle su sentido.

cathopic_150040875582736-minEl Evangelio de hoy precisamente nos enseña que la auténtica luz de la vida es Jesús. Al leer cómo el Bautista no quiere ser confundido con el Mesías y cómo prepara el camino a Jesucristo para que la gente lo acepte, sería bueno preguntarnos qué es lo que más nos importa de la próxima Navidad, qué es lo que para nosotros «ilumina» la Nochebuena, con el fin de no confundirnos de fiesta ni de objetivo y poder hacer más visible a nuestros contemporáneos el misterio de Jesucristo, Dios y hombre, que derramó su sangre por nosotros y con su resurrección nos ofrece una esperanza más allá del mal, del sufrimiento y de la muerte.

 Que nuestra preparación interior esté a la altura de tan grande misterio para que podamos reconocerle en nuestra vida, en la Eucaristía y en el prójimo, y hacer de nuestra existencia un continuo vivir la voluntad de Dios.

 

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