Jesús se come al demonio con patatas

Homilía del 4º Domingo del Tiempo ordinario (Mc 1, 21-28)

1480014997762477.jpgEsta semana hemos tenido reunión y comida de curas de la Vicaría. Nos hemos juntado un montón. Cuando los sacerdotes nos juntamos también nos contamos nuestras batallitas de la parroquia, hospital, colegio, etc., según dónde esté cada uno. Y sí, hablamos de ustedes, los laicos. De ahí el dicho (jeje). Personalmente me viene muy bien porque todas esas anécdotas que salen luego las cuento en las homilías en plan «un compañero contaba esta semana…). Una de ella habla sobre una niña a la que un sacerdote le preguntó si no había pensado nunca ser santa. La niña ni corta ni perezosa contesta (ojo a la contestación): “pues lo he pensado, pero me parece que no porque ser santa tiene que ser un rollo. Es que para eso hay que estar todo el día en la iglesia y a mí eso no me va”. Toma ya, castaña. Alguien le había metido a esta niña en la cabeza que ser santa era estar todo el día en la iglesia. ¡Pero si eso no lo hacen ni las monjas de clausura! No se me olvidará un día que  fui a una casa de monjas y estaban jugando al voleibol en el patio. Pues, claro. A Dios le encontramos y le amamos en muchos sitios y en muchas cosas. Desde luego, está en la iglesia y hay que venir. Nadie que se considere cristiano está excusado de venir a la iglesia salvo situaciones particulares, como puede ser la enfermedad u otras. Pero Dios también está y se le ama en clase o en el trabajo, dando un paseo o escuchando música… siempre y cuando, obviamente, estemos actuando bieJesus-in-the-desertn.

En el Evangelio aparece una de nuestras dificultades para ser santos. Tenemos un enemigo espiritual que, queramos o no, trata de engañarnos e inducirnos al mal. Es el demonio. La Iglesia cree y enseña con firmeza su existencia. Lo dice claramente el Catecismo y el Papa Francisco se refiere a él habitualmente. No hay que tener miedo de reconocer su existencia. A veces los niños a cierta edad preguntan, no pasa nada. Existe, pero Jesús y la Virgen al demonio se lo comen con patatas, como en el  evangelio de hoy: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?, Tú cállate y sal de él. Se acabó el problema. Cuando aparece Jesús, el demonio, por más que quiera, no puede hacer nada. Y como sabe que con Cristo directamente no puede hacer nada, entonces va a por nosotros y durante nuestra vida trata de inducirnos al mal. El demonio sabe que está perdido, que no puede enfrentarse a Cristo. Por eso va a por nosotros. Va a romper de mil maneras nuestra relación con Dios. Tenemos que ser muy conscientes de que existe una batalla real entre el bien y el mal, entre Dios y el demonio. Y el campo de batalla somos cada uno de nosotros y es la sociedad.

¿Cómo hay que defenderse? Decía el Papa Francisco una de las veces que ha hablado de esto que hay que custodiar el corazón, que es donde habita el Espíritu Santo desde que lo recibimos en el bautismo. Custodiarlo, ¿para qué? Para que no entren otros espíritus que no son de Dios y que tratan de meternos dentro malos deseos, malas intenciones, malas apetencias, celos y envidias. Custodiarlo como se custodia una casa cuya puerta se cierra con llave para no dejar que entre nadie indeseable a llevarse lo que no es suyo. Nuestro corazón es de Dios. Es un corazón capaz de amar hasta límites insospechados, capaz de recibir la Palabra de Dios, de responder a la gracia, capaz de llevarnos hasta lo más alto y lo más bello de la vida, pero también capaz de experimentar ira, envidia, lujuria, soberbia, capaz de engendrar la mentira y el engaño. Para custodiar el corazón recomienda el Papa hacer diariamente el examen de conciencia preguntándose: “¿Qué cosas han pasado hoy por mi corazón?” Y añade: “Si no lo hacemos, de verdad no sabemos vigilar bien ni custodiar bien”.

Con razón Dios promete por medio del profeta Ezequiel: os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Podemos rezar con el salmo: dame Señor un corazón nuevo, renuévame por dentro con espíritu firme, para que ante el mal, ante la tentación que me seduce, esté dispuesto a hacer el bien, servir a Dios y combatir bajo su bandera.
cathopic_1484504731341850Una aliada importantísima en esta batalla es la Virgen María. Su corazón es todo de Dios. No está dividido y por él no ha pasado ningún deseo malo. La devoción a la Virgen es un antídoto muy poderoso contra las tentaciones del demonio. El rosario, las tres avemarías antes de acostarse, el escapulario del Carmen… son cosas que nos acercan a ella y nos enseñan a vivir como ella. Que ella nos acompañe y nos defienda en esta batalla contra el demonio.

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