La cerveza nos da la vida… en Cuaresma

Homilía del 1º Domingo de Cuaresma (Mc 1, 12-15)

untitledEl pasado miércoles fue el Miércoles de Ceniza y con él comenzamos la Cuaresma, tiempo que llamamos penitencial, que nos sirve para preparar nuestro espíritu de cara a la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Leía esta semana una noticia sobre unos monjes del siglo XVII, de la Orden de los Mínimos, que en Cuaresma realizaban una penitencia bastante peculiar. Nosotros, durante la Cuaresma, para preparar nuestro espíritu, buscamos sacrificios como abstenernos de carne los viernes, ayunar de televisión, de dulces o ciertas comidas, alcohol, el ayuno del Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo… pues estos monjes, que se habían trasladado del sur de Italia a Baviera, durante los 40 días que dura la Cuaresma, se alimentaban sólo de cerveza. Repito: durante toda la Cuaresma se alimentaban sólo de cerveza. Según parece durante la preparación para la Pascua no podían tomar alimentos sólidos. Como, además, no podían sostenerse sólo con agua y estaban en Baviera, se adaptaron al lugar y fabricaron una cerveza rica en carbohidratos y nutrientes, baja en alcohol, de sabor dulce, que les ayudaba a mantenerse durante el tiempo de ayuno. En definitiva: durante la Cuaresma vivían de cerveza (pero sin tapitas ni nada).

Para introducirnos en el contexto cuaresmal la liturgia hoy nos trae uno de los textos evangélicos en los que se cuenta cómo Jesús, antes de comenzar su predicación, se retiró al desierto de Judea durante 40 días impulsado por el Espíritu. Allí pasó hambre, soledad, fue tentado por el demonio y también reconfortado por los ángeles. Es una escena misteriosa de la vida de Jesús, porque en ella vemos adentrarse en todo ese sufrimiento propio del desierto al mismo que luego aparece haciendo milagros, hablando del amor de Dios, invitando a la conversión del corazón, etc. Es un contraste fuerte. La cosa es, ¿por qué el Espíritu le lleva ahí? ¿Para pasar hambre? ¿Para ser tentado? ¿Para estar solo? Como digo, es algo misterioso. Sin embargo, hay algo que sí podemos ver en medio de este misterio. Cuando Jesús va al desierto, va, en el fondo, a experimentar la debilidad del ser humano con todas sus consecuencias. No olvidemos que esuntitled Dios hecho hombre y, al asumir la condición humana, lo hace con todas las consecuencias. Así que Jesús se acerca a ser tentado, se acerca a pasar hambre, a sufrir soledad, como cualquier ser humano a lo largo de su vida. Pero también va para demostrarnos que cualquier lucha, cualquier dificultad, cualquier sufrimiento, se puede superar con la gracia de Dios, porque Él supera todo lo que le sucede en el desierto.

En el fondo, al leer esta escena un primer domingo de Cuaresma, se nos está diciendo que aprovechemos estos días santos para vivir también, siguiendo a Jesús, nuestra propia experiencia de desierto. Nuestro mundo es todo lo contrario al desierto. Si el desierto es el lugar donde no hay nada de nada, la mayor parte de nosotros, con más o menos dificultad, tenemos de todo y nos sobra. Si el desierto, como no hay nada, es el lugar del silencio y la soledad, nosotros estamos atiborrados de cosas que hacer, de ruidos y distracciones y disponemos de poco tiempo para el silencio y la intimidad. En Cuaresma se nos invita a hacer un esfuerzo e ir contracorriente. No se trata sólo de ir contracorriente respecto a la sociedad, que bien sabemos que va a otro ritmo, sino de ir contracorriente respecto a nuestros gustos y apetencias del momento, que nos impiden tantas veces vivir una vida más profunda, más dedicada a los demás, más pendiente de las cosas de Dios.

Un año más la Iglesia nos propone para la Cuaresma practicar la oración, el ayuno y la limosna. Me atrevo a sugerir algunas cosas:

  • Oración: asistir a misa y comulgar algún día de diario y no sólo el domingo, lectura diaria del Evangelio unida a diez minutos de reflexión en silencio, rosario, examen de conciencia y confesión sacramental, visitar el Santísimo en una Iglesia… nos ayudará a encontrar más a Dios y a buscar más lo que a Él le agrada.
  • Ayuno: puffff, qué de cosas. No comer entre horas, dulces, alcohol, restaurantes, redes sociales, televisión, juegos, cine, gastos tontos, escaparates, cervecita, críticas a los demás… seguro que nos hace más libres y nos ayuda a recolocar nuestra vida para dedicarla a lo verdaderamente importante.
  • Limosna: una hucha para ir echando lo que ayunamos y luego echar una mano a alguien o a alguna institución benéfica, hacer favores a gente, ayudar en casa sin que nos lo pidan, no quejarse por todo, valorar y reconocer abiertamente lo que los demácathopic_1496133432524714.jpgs hacen… nos ayudará a salir de nuestro yo-yo, nuestro egoísmo y nuestro ombliguismo.

Pidamos a la Virgen María que nuestro desierto cuaresmal nos ayude a interiorizar que Dios lo es todo en nuestra vida, que Él nos ha dejado al prójimo a nuestro cuidado y que estamos llamados en Cuaresma a hacer realidad la frase con la que Jesús comienza su predicación y que nos dijeron al imponernos la ceniza el miércoles pasado: convertíos y creed en el Evangelio.

 

 

 

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