La diferencia entre el cotilla y el metemierda

Homilía del 8º Domingo del Tiempo Ordinario (lecturas)

chisme-desde-la-antropologia.jpgHace unos días estuve comiendo con universitarios y en la conversación me enseñaron una cosa curiosa. No recuerdo a propósito de qué empezaron a comentar que una cosa era ser cotilla y, otra, perdón por la expresión, ser metemierda. Se me ocurrió preguntar en redes sociales sobre cuál pensaba cada uno que era la diferencia. El resultado fue que por «cotilla» entendemos aquel que busca enterarse de todo y lo comenta por ahí por pura satisfacción personal. Para el cotilla, los chismes son como una especie de deporte, pasatiempo o serie de televisión tipo culebrón. El «metemierda», hace básicamente lo mismo, en el sentido de enterarse de todo, pero a la hora de comentarlo, selecciona muy bien lo que cuenta y a quién se lo cuenta para generar conflictos disfrutando, además, viendo el poder que tienen las bombas que suelta.

Sin embargo, también es necesaria una consideración. Cuando se tiene costumbre de comentar las cosas de los demás, es muy fácil generar conflictos entre las personas aunque sea sin querer. El chisme que cuento circula por ahí por más que diga «por favor, no cuentes nada» y, al final, casi siempre llega a personas que se molestan por ello y ya tenemos el lío. Por tanto, si solo me considero una especie de cotilla, también tengo que tener cuidado porque, sin querer, por el solo hecho de hacer circular la poderosa información, puedo convertirme en un metemierda y eso nocathopic_1494907971714345.jpg está bien.

San Lucas nos recuerda en el Evangelio de hoy una enseñanza de Jesús sobre las cosas que decimos a los demás o que decimos de los demás: ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. Es, desde luego, una enseñanza que nos invita a no estar tan pendientes de la vida de los demás para conocerla, juzgarla y comentarla, y pensar más en la nuestra para vivirla más profundamente, mejorarla y aspirar a la santidad. El Papa Francisco habla mucho de este tema. Si uno pone en google «Papa Francisco chisme» le salen un buen número de homilías sobre esto donde alerta que el chismorreo es una especie de terrorismo porque quien anda con chismes va a un sitio, suelta su bomba en forma de chisme, destruye y se va. Otras veces lo compara con el sarampión.

A veces nos escudamos en que es verdad lo que decimos. Menos mal. Aunque normalmente lo que contamos es, más bien, una mezcla de verdad con lo que nosotros pensamos o nos ha parecido. La cosa, independientemente de eso, es: ¿hace bien comentar esto? ¿Hace bien contar a alguien «mira lo que fulanito/menganita ha dicho o ha hecho»? Esa es la cuestión. Cuántas personas que podrían llevarse estupendamente y ser buenas amigas se ven, sin embargo, llenas de reticencias entre sí porque alguien chismoso va contando cosas por allí y por allá. Quizá sólo sea un cotilla. Quizá no pretenda ser metemierda. Pero el resultado es que genera discordia. Si, encima, se tiene ganas de incordiar, pues más malicia todavía.

Es muy famosa una anécdota de la vida de San Felipe Neri. Según parece el santo le dijo a una persona que solía hacer tráfico de chismes que, como penitencia, desplumara una gallina, desparramara las plumas y fuera a verle. Cuando volvió le dijo que ahora tenía que intentar recogerlas, a lo que ella asumió que era tarea imposible. El santo, entonces, le dijo que lo mismo sucede con las cosas que se dicen de los demás, una vez que se sueltan, ya no es pocathopic_1485354876265805sible recomponer la fama del otro.

Hoy día tenemos, además, un altavoz tremendo no sólo para soltar nuestra vida privada, sino también la de los demás, que son las redes sociales. Ya no hace falta ir de puerta en puerta o llamar por teléfono o juntarse en corrillo. Con poner un comentario nos basta y ahí queda. Pidamos luz al Espíritu para que comprendamos la importancia que este tema tiene de cara a las amistades, de cara a las familias, de cara a la propia sociedad, y que el Señor y la Virgen María nos ayuden a poner un freno a nuestra lengua, para no caer en la costumbre de hablar de los demás, que tanto daño hace. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?

 

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