Homilía del 5º Domingo del Tiempo de Pascua (lecturas)
He de reconocer que las ideas principales de esta homilía se las he robado a mi párroco. No tenía yo mucha inspiración hoy y me he puesto a escuchar las lecturas y la homilía de la misa de la tarde, que celebra él, y ahí ha venido la inspiración, jeje.
Hoy hemos tenido primeras comuniones, que, gracias a Dios, han salido fenomenal. Aunque, realmente, la prueba de que unas primeras comuniones han salido bien no es que la ceremonia haya sido bonita, que los niños no se hayan equivocado al hacer las cosas y se hayan portado bien o que los padres y abuelos hayan quedado contentos, ni siquiera que sacerdotes catequistas estemos vivos al acabar, sino que la verdadera prueba de que han salido bien, es que los niños, al domingo siguiente, hacen su segunda comunión y luego la tercera, etc., etc.
La cosa es que en una de las celebraciones de hoy mi párroco le ha preguntado a los niños qué hace falta para poder hacer una primera comunión. La respuesta es simple: alguien que no haya hecho todavía la comunión, pan y el sacerdote que consagre el pan. Después ha venido la siguiente pregunta: ¿qué se necesita para hacer pan? Entonces los niños han ido diciendo que si harina, agua y todas las cosas que se les ocurría. Pero ha habido una niña que ha dicho que para hacer pan hace falta amor. A esta niña habría que darla un premio porque ha dado con una clave culinaria importantísima: el único ingrediente que no puede faltar en ninguna receta es el amor. ¿Cómo has preparado este plato?Con amor. Así de sencillo.
En el fondo no es solo una clave culinaria, sino que es la clave de toda la vida. Las
palabras de Jesucristo en el evangelio de hoy a este respecto son muy significativas. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros. Jesús repite una y otra vez el ingrediente clave de la vida. En sus palabras hay tres detalles que no pueden pasar desapercibidos porque dan un peso especial a su enseñanza.
En primer lugar, Jesús dice que le queda poco tiempo de estar con sus discípulos. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Es una enseñanza que dio en la última cena, justo después del lavatorio de los pies y de que Judas saliera del cenáculo para consumar su traición. Por lo tanto, debido al momento en que Jesús dijo esto, tiene una importancia especial. Segundo, dice que por el amor que se tengan serán reconocidos como discípulos suyos. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros. Es decir, Jesús especifica el amor como la seña de identidad de quien cree en Él y le ama. Y, tercero, indica brevemente cómo tenemos que amar o cómo es el amor que Él quiere que vivamos: como yo os he amado, amaos también entre vosotros. No se trata, por tanto, de un amor hecho a nuestra medida o según nos parece en cada momento, sino que es o tiene que ser como Él nos ha amado a nosotros y nos ha demostrado. Es ese amor que se entrega en cada momento hasta el extremo.
He leído esta semana un texto de santa Teresa de Calcuta que dice así: «yo digo siempre que el amor comienza en casa. Lo primero es vuestra familia y después vuestra ciudad. Es fácil pretender amar a los que están lejos, pero mucho menos fácil es amar a los que viven con nosotros o muy cerca». No es ninguna tontería. Es menos fácil porque el que está cerca es el que te ofende, te molesta, no te hace caso, se mete contigo,… te afectan sus palabras, sus gestos, sus miradas, sus egoísmos… Del que está lejos es fácil compadecerse, añorarle si es alguien que conoces e, incluso, imaginarse cómo sería si estuviera aquí o tú estuvieras allí. Pero en el día a día no te afecta, el estar con ese alguien dura lo que dura el pensamiento. La persona real está en la familia, el trabajo, el instituto, el pueblo, el grupo de amigos,… ¿Realmente el amor es lo que guía nuestro comportamiento? ¿es el amor el ingrediente principal de nuestras reacciones antes las cosas, conversaciones, exigencias al otro, detalles, esfuerzos,…?
Como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La segunda lectura de hoy termina con una frase: dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas». El amor es lo que hace nuevas todas las cosas. Por eso es el ingrediente clave de la vida. Le pedimos a nuestro Señor y a la Virgen María que podamos vivirlo en las cosas concretas de cada día.