Homilía de la solemnidad del Corpus Christi (lecturas)
El cardenal Francisco Xavier Nguyen van Thuan fue un obispo vietnamita que en el año 2000 predicó los ejercicios espirituales al Papa y la curia vaticana. Él no sabía de qué hablar y el papa San Juan Pablo II le pidió que contae su testimonio. Dichos ejercicios espirituales están recogidos en un libro que se llama «Testigos de esperanza». En 1975, mientras él era el arzobispo de Saigón, las tropas comunistas entraron en la ciudad y le acusaron de participar en un complot entre el Vaticano y el imperialismo. Fue encarcelado y estuvo privado de libertad durante trece años, nueve en régimen de aislamiento. Su testimonio es impresionante. Una de las cosas de las que da testimonio es cómo consiguió celebrar la Eucaristía durante ese tiempo. Cuenta que cuando lo detuvieron no le permitieron llevarse nada, pero al día siguiente pudo escribir una carta a su familia para pedir las cosas de primera necesidad. En ella les pidió que le llevasen algo de ropa y su «medicina para el dolor de estómago». Su gente entendió muy bien lo que decía. Entonces, en las cosas que le enviaron le metieron una botella de vino con un papel que decía «medicina para el dolor de estómago» y unas cuantas formas entre la ropa. Así que el cardenal celebraba la misa con unas gotas de vino en la palma de una mano y un trozo de pan en la otra.
Después le internaron en un campo de reeducación. Allí le metieron en un grupo de cincuenta detenidos. Dormían en una cama común, en la que cada uno tenía derecho a cincuenta centímetros. Se las arregló para que a su lado hubiera cinco católicos. Por la noche, cuando se apagaban las luces, él celebraba la misa en la cama y distribuía la comunión pasando la mano por debajo del mosquitero. La comunión que sobraba la ponía en sobres hechos con papel de cigarro, de tal manera que llevaba siempre a Cristo Eucaristía en el bolso de la camisa. Y no sólo eso, sino que en esos sobres la pasaba también a otros grupos de presos, de modo que los prisioneros se turnaban en turnos de adoración. Cuenta en su testimonio cómo esa presencia de Cristo Eucaristía fortalecía el alma y la fe de sus compañeros de prisión y se iba contagiando a los no creyentes o de otras religiones.
Antes de ascender al Cielo, Jesús hizo una promesa a los apóstoles: sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos. Su presencia real en la Eucaristía es el cumplimiento de esa promesa y todos los cristianos de todas partes y de todos los tiempos somos los beneficiarios de ella, incluso todos aquellos prisioneros que estaban con el obispo Van Thuan en la cárcel vietnamita pudieron vivir en sus carnes como Jesús eucaristía movía sus corazones al amor y a la esperanza en una situación tan dramática.
Qué fácil lo ha puesto el Señor para que podamos estar con Él, que incluso unos presos en el quinto pino del mundo pudieron celebrar la eucaristía con unas gotas de vino y un trozo de pan en las manos, y pudieron también vivir su presencia con un poco de ese pan consagrado guardado en un trozo de papel de fumar en el bolsillo de la camisa de un anciano obispo.
Hoy nosotros celebramos el Corpus Christi, fiesta que nos recuerda y nos ayuda a reafirmar la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino consagrados. No es metáfora ni símbolo, sino realidad. Jesús no se hace pan, sino que es el pan el que se convierte en Jesús para seguir amándonos desde la eucaristía como nos amó en la cruz: hasta el extremo. Y qué fácil nos lo pone para que estemos con él y podamos rezar, adorar, hablar, escucharle, como lo hicieron en su día los habitantes de Galilea, Samaria y Judea. Qué fácil nos lo pone para que nuestra alma se vea renovada y fortalecida por la fuerza de su amor.
Y, también, qué enseñanza más grande para que nosotros seamos un poco más como Él: que también se lo pongamos fácil a los demás para estar en nuestra compañía, recibir nuestra ayuda, compartir nuestra amistad, recibir nuestro perdón, saber que vamos a estar ahí en todo momento. Es completamente intencionado, en ese sentido, que el evangelio de hoy sea la multiplicación de los panes y los peces. En muy poquitas líneas san Lucas nos narra el contínuo estar de Jesús con la gente, curando, hablando, escuchando, remediando su necesidades y carencias, pero, sobre todo, mostrando el gran amor que nos tiene.
Adoremos hoy al Señor y démosle gracias por el gran amor que nos tiene y nos demuestra cada día. Qué contenta tiene que estar hoy la Virgen María en esta fiesta de su Hijo Jesús viendo cómo acudimos a Él a ofrecerle nuestras personas.
Increíble y muy conmovedor el testimonio del Obispo van Thuan. Dios siga fortaleciendo el alma y la fe de todos nosotros en la presencia de Jesus Eucaristía.
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