Ni por un millón de dólares

Homilía del 23º Domingo del Tiempo ordinario (lecturas)

imagesDurante estos días me he enterado de que existe una de estas iniciativas que dicen ser ecológicas y saludables que se llama «los lunes sin carne». En ella invitan a que la gente, cada lunes de la semana no coma carne. Supuestamente de esa manera cada uno pone su granito de arena para mejorar la propia salud y cuidar el planeta. Lo primero que pensé cuando me enteré fue «ay, Señor, llévame pronto…». Lo segundo, fue «qué bien que desde ámbitos apartados e, incluso, hostiles a la Iglesia se comienza a hacer algo que en la Iglesia llevamos siglos haciendo: no comer carne un día a la semana». Obviamente los motivos son muy distintos, pero demuestra que con la motivación adecuada se pueden hacer pequeños y grandes sacrificios.

Y para vivir el Evangelio que leemos hoy, desde luego que necesitamos la mayor de las motivaciones, porque lo que Jesús pide es muy muy fuerte. Hoy leemos: Si alguno viene viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío (…) todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío. Los cristianos tenemos el más poderoso de los motivos para posponer todo y entregar la vida: ha habido Alguien que antes la ha entregado por nosotros, Jesucristo. Cuando uno se encuentra con esta verdad y se encuentra con Cristo y Cristo llena la vida, todo lo que se pueda hacer por Él parece poco.

De Santa Teresa de Calcuta es muy conocido un encuentro que tuvo con un periodistaíndice norteamericano. Ella estaba limpiando las heridas de un enfermo que se estaban pudriendo en carne viva y desprendían un olor insoportable. El periodista le dijo a la madre Teresa: “yo no hago eso ni por un millón de dólares” y ella respondió “es que yo tampoco lo haría por un millón de dólares”. Ella no hacía lo que hacía por dinero o por fama, sino porque veía a Jesús en cada ser humano. Una de sus frases que se han hecho célebres es precisamente ésta: “Yo veo a Jesús en cada ser humano. Me digo: este es Jesús hambriento, tengo que darle de comer. Este es Jesús enfermo. Este tiene lepra o gangrena; tengo que lavarle y atenderle. Yo sirvo porque amo a Jesús”.

Hoy es un buen día para plantearse cuál es el motivo que nos impulsa en la vida.  La Madre Teresa explica muy sencilla y claramente lo que mueve a un cristiano de verdad: «yo sirvo porque amo a Jesús».

cathopic_1487702528643356.jpgQuizá deberíamos rezar y pedir luz para comprender qué significa para cada uno el si alguno viene viene a mí y no pospone a su padre y a su madre… no puede ser discípulo mío. Ya dice el libro de la Sabiduría en la primera lectura de hoy ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto? Hay que rezar y preguntar mucho al Señor para nos vaya iluminando en el camino. Pero es importante no tener miedo de lo que nos pide. Si hay alguien que se lo merece todo por nuestra parte es Él. Hace un rato les decía a los ancianos en la residencia: quizá a ustedes les toca posponer su salud, su soledad, su desvalimiento, y ofrecérselo a Jesús. Cada uno tiene que descubrirlo en su interior, allí donde el Espíritu de Dios nos habla.

Recemos mucho a la Virgen. A ella le tocó entregar a su propio Hijo. Ella nos acercará a la voluntad de Dios.

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