Homilía del 1º Domingo de Adviento (lecturas)
Hablando con una persona de lo rápido que pasa el tiempo y de que ya casi estamos en Navidad, me dijo suspirando: “Navidad, la época de las comidas; hala, a preparar comidas”. Menuda definición de la Navidad. Así dicho como que da mucha pereza de que llegue. Un aplauso y una oración para todas esas personas que en Navidad se ocupan de las comidas familiares.
Supongo que cada uno asociamos la Navidad a una cosa distinta según nuestros propios afanes y nuestras propias vivencias. Hay mucha gente que incluso no le gusta la Navidad por diferentes motivos, todos ellos normalmente comprensibles. Ahora, sin embargo, entramos en el Adviento precisamente para dejar a un lado todas esas cosas que parece que nos atropellan y absorben nuestro tiempo, nuestro pensamiento y nuestros sentimientos, y pensar.
Pensar. Sí. Porque, se acerca la Navidad, y eso significa que hay que centrarse en lo fundamental de lo que vamos celebrar: Dios ha nacido, porque ha querido entrar en nuestro mundo, en nuestras cosas. No se ha quedado a ver los toros desde la barrera, sino que ha bajado a la arena de nuestra humanidad y se ha hecho hombre de una virgen para que nosotros podamos subir a la grandeza de su divinidad. Es un gran misterio y no podemos permitir que nos lo arranquen.
El Papa Francisco dice en la primera frase de Evangelii Gaudium: «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús». ¡Qué gran verdad! La Navidad es un momento de gracia enorme donde las personas de buen corazón pueden encontrarse con Jesús. La ternura y el amor que desprende la escena del pesebre es ocasión para que Dios se revele en el corazón de las personas. Pero los cristianos también nos hemos podido paganizar en esta celebración. Hemos podido acentuar lo secundario y perder lo fundamental. El tiempo de Adviento nos viene realmente fenomenal para ir al corazón de este grandioso acontecimiento.
En Adviento nos llega la invitación para recibir a Jesús. A menudo recibimos invitaciones de personas a comer, a tomar café, a cenar, a un cumpleaños, a ver un partido, a una boda… Hay veces que las aceptamos enseguida y otras que las posponemos o rechazamos porque estamos a otras cosas. Cristo nos invita a recibirle aquí en nuestro corazón para recibirnos él en el Cielo.
No hay que hacer mucho. Cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Adviento es el momento de decir “Señor, he estado posponiendo tu invitación mucho tiempo, pero ya no más. Estoy aquí para renovar mi amistad contigo. Acéptame”. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar.
En el salmo hemos repetido: Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor. Qué alegría ser amigo de Dios. Después san Pablo nos decía también es momento de espabilarse que la salvación está cerca, vestíos de Jesucristo. Que no nos durmamos en aceptar la invitación. No sabemos el día ni la hora dice el Evangelio. Estemos en vela y aprovechemos la oportunidad que nos da Dios de recibir su paz y su alegría.
No olvidemos tampoco mirar al prójimo en todas estas semanas que tenemos por delante imitando también a Jesucristo. Somos conscientes de muchas necesidades que hay a nuestro alrededor. Sobretodo no nos olvidemos de las personas que están solas. Vayamos pensando en dar una alegría a aquellos que, o bien están solos, o bien enfermos, o bien tienen algo dentro que, aunque tengan familia y gente querida, sufren en la soledad de su propio corazón.
Como decía, un poco de Adviento no nos viene mal. Más bien nos viene fenomenal. Aprovechemos ahora para la oración, el silencio interior, la lectura de la Biblia, la confesión de los pecados y tener muy presente a María. Son las cosas propias del Adviento y nos ayudarán a recibir en nosotros a Cristo, para que nuestras navidades no sean paganas y ayudemos a otros a reconocer al Hijo de Dios en el niño de Belén.
Querido Guillermo: Qué bien hace leer tus meditaciones.! Tienes la capacidad de ayudarnos a parar, a examinar nuestra actitud, a rezar…y darnos nuevas oportunidades de mejorar y seguir mejor a Jesús. Tienes toda la razón en que, incluso los que tenemos claro que es el centro de nuestra vida, nos alejamos de él porque la vida nos va llevando….Pero gracias a Dios, son muchas las oportunidades que podemos aprovechar, para “volver al redil”..jajja y una de ellas es leer y meditar con tus escritos. Gracias miles. Un abrazo!
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Gracias Nieves! Dios te bendiga. Te mando un abrazo. Reza por mi
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