Aprendiendo de «Solo en casa»

Homilía de la solemnidad de la Sagrada Familia (lecturas)

solo_en_casa_2671_645x.jpgUno de los clásicos navideños en la tele es la película «Solo en casa». Puede que más de uno esté hasta las narices de la película porque la ponen todos los años. Quizá otros piensen que una navidad sin ver «Solo en casa» no es navidad. El caso es que hay un trasfondo en la película que es interesante.

La película se desarrolla, qué les voy a contar, en torno a Kevin, un niño de 8 años que vive junto a su familia en Chicago. En el inicio la familia está preparando el viaje que van a hacer a Francia por Navidad. Todo es un barullo. A Kevin nadie le hace caso, varios hermanos se burlan y cuando su hermano mayor se mete con él Kevin estalla y la lía. Su madre le castiga al desván y Kevin sube enfadado diciendo que en casa todos le odian, que no quiere volver a ver a ninguno nunca más y que le encantaría no tener familia. A la mañana siguiente, su familia se marcha deprisa y corriendo para coger el avión a París y, con las prisas se dejan a Kevin en casa y se marchan a Francia sin él. A partir de ahí se desarrolla la película.

Cuando vemos «Solo en casa» siempre nos quedamos con la parte cómica de todo lo que sucede. Sin embargo, la peli plantea en forma de comedia y con los límites que ello conlleva una pregunta muy existencial: Kevin, en un momento de tensión con su familia, siente y expresa un gran rechazo hacia la misma y quiere que todos desaparezcan. Cuando eso se cumple al día siguiente, van pasando cosas que le hacen pensar sobre ello. Y, al resto, lo mismo hacia él.

Hoy celebramos la Sagrada Familia, formada por Jesús, María y José, que es modelo decathopic_1487702527444442(1) todas las familias. Hay un dato incuestionable en esta familia: Jesús es el único que ha podido elegirla. Para encarnarse, Dios ha escogido a María y a José y a sus linajes. Dios ha escogido a los que iban a ser sus padres y, por tanto, sus abuelos, tíos, primos, etc. Todos los demás hemos nacido en la familia que nos ha tocado. No la hemos hecho a nuestra medida (menos mal) y eso siempre es emocionante.

A menudo podemos encontrar gente muy contenta con su familia y con cada uno de los que la forman. Si alguno faltase… sería terrible. Los amamos con todo el corazón y nos sentimos amados por ellos. Pero, también hay personas que tienen que hacer un verdadero esfuerzo para amar a su familia y pensar en algunos de ellos les causa dolor (quizá por experiencias fuertes sufridas). Hay personas que no se sienten queridas en la familia en la que viven.

Podemos aprovechar la solemnidad de hoy y el evangelio de la misa para resaltar la importancia de formar parte de una familia y de en ella sentirse querido, apoyado y valorado. La familia es un don de Dios, pero, también, algo construido por nosotros día a día y, por ello, el papel de cada uno hacia los demás siempre es importante.

El Evangelio de hoy nos muestra una de las grandes dificultades que la familia de Nazaret tuvo que pasar: la huida a Egipto. Avisado por revelación de Dios del peligro que corría el niño, nos cuenta san Mateo que José se levantó, cogió al niño y a su madre y se fue a Egipto… Después, cuando también le avisó el ángel de que el peligro había pasado: Se levantó, cogió al niño y a su madre y se fue a Israel.

En medio de una situación tan dramática el relato se centra en José y cómo él, con corazón de padre y esposo, cuida, protege, se sacrifica por su familia confiando en Dios. En el fondo, todos, sea como padres, hijos, hermanos, nietos, etc., hemos de vernos reflejados en él para aprender que en nuestra familia tenemos la misión de mirar por los otros y cuidarlos. No miremos si lo merecen, fijémonos sólo en que lo necesitan.

cathopic_1493659067646325.jpgHemos de suponer también que en Egipto José y María encontrarían gente que les ayudase durante el tiempo que tuvieron que pasar allí. Gente que comprendiera su situación y les ayudase. Puede que no todos o ni siquiera la mayoría, pero alguien tendrían como apoyo. Y si no fue así, también pensar en la incomprensión sufrida por la Sagrada Familia nos puede ayudar a valorar la importancia de cuidar a quienes vienen de otros países y no tenerlos como ciudadanos de primera o segunda, familias de primera o segunda. Es un tema que se discute mucho y no siempre las cosas están claras. Se podrá discutir sobre los modos y maneras, pero nunca sobre el valor de las personas, la necesidad de acogerlas y el evitar cualquier tipo de forma de desprecio.

En este día invocamos a la Sagrada Familia de Nazaret para que nos ayuden a construir verdaderas familias arraigadas en Cristo, a curar las heridas que se hayan producido, a que todos, desde el niño hasta el anciano, encuentren en su familia ese ámbito donde son amados por quiénes son y no por lo que tienen o valen para el mundo.

 

 

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