Jesús hila fino, pero que muy fino

Homilía del 6º Domingo del Tiempo ordinario (lecturas)

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Tenía en el seminario un profesor de filosofía que recuerdo como uno de los mejores de mi vida. Eso sí, era muy exigente, tanto, que en los exámenes, que eran orales, la gente le tenía miedo. Pero miedo de morirse. La costumbre en los orales era que pasaban dos alumnos y los demás esperabámos fuera. De los dos que entraban uno exponía el tema que le tocaba y el otro preparaba el suyo. Era común que mientras estabas esperando fuera tu turno escuchases gritos dentro del profesor regañando al alumno y golpes en la mesa. Una cosa tremenda. Pero, como decía, le recuerdo como uno de los mejores porque sus clases eran impresionantes. Hacía unos análisis muy finos de las cosas y te enseñaba realmente a pensar. Sus clases eran una gozada. Sus exámenes… no tanto.

En el Evangelio de hoy vemos cómo Jesús hila, también, muy, pero que muy fino. Es un texto bastante largo, aunque en la liturgia se puede optar por una versión más breve (el cura que celebre la misa decidirá). En él continuamos leyendo el llamado Sermón de la montaña, en el que san Mateo recoge un montón de enseñanzas de Jesús particularmente importantes (bienaventuranzas, sois la sal de la tierra y la luz el mundo, el amor a los enemigos, etc.) Y, también, las enseñanzas de hoy.

Hubo un momento en que parece que Jesús quiso salir al paso de algunas de las críticas

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que le hacían, concretamente la de echar por tierra la Ley mosaica, y dice expresamente: no creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Y pone enseguida una serie de ejemplos apelando a su propia autoridad en los que demuestra que Él no rompe con la Ley ni la anula, sino que la asume e hila todavía más fino de lo que parece que la Ley suponía. Entonces, al hacerlo, deja claro que su cumplimiento y vivencia no es sólo cuestión de hacer o no hacer determinadas cosas, sino del fondo del corazón del hombre.

En ese sentido, cuando Jesús dice eso de habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, significa que para Él el no matarás es también “no insultarás” o “no actuarás con ira”, “no despreciarás a nadie ni te burlarás”, “no guardarás rencor o resentimiento”, “no hablarás mal de otro”, etc.

También en ese sentido, cuando Jesús dice eso de habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón, significa que para Él la lujuria o la castidad empiezan en el corazón y que con la mirada, el pensamiento y el deseo también se peca y se falta al amor y a la fidelidad.

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Y tanto es así, que el nivel de exigencia que pone es tremendo: Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna” (el infierno). Y tiene su lógica porque Jesucristo con la autoridad que tiene el Hijo de Dios nos enseña un modo nuevo y profundo de amar, que es el amor con que Él nos ama, en el cual no hay rastro de orgullo ni egoísmo.

En ocasiones parece que la misericordia de Dios es como una puerta abierta a que todo valga o sea pasable o podamos hacer un poco lo que nos parece. Y, sin embargo, en ese modo profundo de amar de Jesús hay también una exigencia enorme que no nos puede pasar desapercibida. El Señor comprende nuestra debilidad y flaqueza, pero sigue llamando a las cosas por su nombre y no baja el listón, sino que con su gracia y presencia nos ayuda a superarlo.

Es un buen día para recordar el resumen de los Mandamientos, el resumen de la Ley, «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… Amarás a tu prójimo como a ti mismo», para que le demos la profundidad que Jesucristo le da y le pidamos a Él y a la Virgen que nos ayuden a vivirlo aunque en los momentos y situaciones concretas nos pueda parecer duro o inalcanzable. Con la ayuda del amor de Dios todo se puede.

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